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Compartir en Facebook Compartir en Twitter Compartir en LinkedINKarl Lagerfeld convirtió el Grand Palais de París en el interior de un ordenador, una “central de base de datos”, para presentar la colección primavera-verano 2017 de Chanel, simulando en los propios tejidos un entramado de cables de colores y luces.
Chanel siempre se reserva la mañana de la penúltima jornada de la Fashion Week, lo que lo convierte en uno de los desfiles más esperados por el gran espectáculo que siempre supone y la cantidad de “celebrities” que acuden a la cita de Lagerfeld.
En esta ocasión no faltó la imagen del nuevo perfume de la casa “Nº5 L’Eau”, la actriz Lily-Rose Depp, hija del actor Johnny Depp y la cantante Vanessa Paradis.
Entre las primeras filas también se dejó ver el cantante Usher, la actriz Soko y el tenista Roger Federer que se sentó junto a la directora de Vogue USA, Anne Wintour.
Una desconocida modelo abrió el desfile semidisfrazada, con un clásico traje negro en tweed y la cara y las extremidades cubiertas con una armadura metálica blanca similar a la de las Tropas de Asalto, los soldados del Imperio en la saga “Star Wars”.
Chanel puso como marco una gigantesca base de datos cuidando cada detalle: todas las máquinas estaban perfectamente conectadas con cables, las pantallas se iluminaban en un escenario futurista y pulcro para una línea primaveral que apostó por prendas de lencería con un toque urbano, casi rapero.
Las gorras fueron el accesorio estrella, acompañando cada uno de los looks, que se llevaron de lado en brillantes verdes, también con impresiones gráficas o con el famoso tweed de la casa que para esta temporada se mezcla con líneas flúor en relieve e incluso lentejuelas.
Esta misma tendencia siguió el resto de la colección, que apeló a la juventud con accesorios extravagantes como grandes pendientes, carteras metalizadas y un sinfín de impresiones gráficas que decoraron fluidos blazers.
El uso de la seda y el encaje en prendas con transparencias contrastó con el grueso tejido origen escocés de las chaquetas de la maison.
Tops, faldas y chaquetas parecían formar parte de una colección de lencería, combinados bajo las creaciones en tweed, como las faldas evasé con aperturas de cremallera a la mitad que se llevaron medio abiertas para dejar ver el encaje de las prendas interiores.
El largo de faldas y vestido se acortó, bien por encima de la rodilla o incluso algo más arriba, a la mitad del muslo.
Los zapatos de cuero blanco, mitad bailarinas mitad botines, fueron el complemento ideal para colaborar en esa estética tecnológica, a juego con la industria de la moda, a la que la revolución de los smartphones y las aplicaciones móviles ha alterado completamente.EFE
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