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Compartir en Facebook Compartir en Twitter Compartir en LinkedINEn la playa o en el campo, el verano es la época para conectar con la naturaleza y reflexionar sobre el cuidado del planeta, especialmente desde sectores como la moda que, a pesar de que pretende ir hacia un modelo de negocio sostenible, sigue siendo la segunda industria más contaminante del mundo.
La moda es una de las potencias económicas más grandes del mercado internacional. En 2016 generó un billón y medio de euros de beneficios, y emplea alrededor de 60 millones de personas, lo que hace de esta actividad una “herramienta para el desarrollo global”.
Sin embargo, ha superado los límites “seguros” en el consumo de recursos como el agua o el suelo y en el uso de productos químicos, una situación que está disparando el estrés medioambiental de los principales países productores, donde la moda también está teniendo una influencia negativa a nivel social, minimizando las garantías laborales.
Son datos del informe ‘¿Cómo sería la sostenibilidad real en la industria de la moda?’, la nueva publicación de The Boston Consulting Group, que ha analizado el funcionamiento actual de este sector para aportar “una guía” hacia un mejor futuro de la moda.
La moda sostenible, una necesidad urgente para el planeta
“La moda tiene una clara oportunidad para actuar de manera distinta, logrando beneficios y crecimiento mientras crea nuevos valores para la sociedad”, ha remarcado el informe que, no obstante, alerta de la urgencia de cambiar el rumbo actual de este mercado.
Para lograr dar un giro completo al sector, el informe analiza sus problemas actuales, y propone soluciones “factibles” que, según sus autores, pueden conseguir que en 2030 haya dejado de emitir dióxido de carbono, no emplee químicos que contaminen el agua, produzca sólo bajo demanda y garantice buenas condiciones laborales; todo ello, sin frenar su crecimiento.
Una promesa que parece imposible dado el panorama actual, con un consumo de agua que supera los 79.000 millones de metros cúbicos -suficiente para llenar 32 millones de piscinas olímpicas- y un uso tan extendido de productos químicos que provoca un aumento demostrado de riesgo de padecer enfermedades como el cáncer.
Así, el informe subraya algo evidente: “la moda no funciona bien en materia de sostenibilidad”, y es que sólo unas pocas empresas “de lujo” y de “ropa deportiva” se esfuerzan por trabajar de manera ecológica y eficiente, mientras la mayoría del sector está muy lejos de lograrlo, especialmente “las cadenas low cost”.
“El 50% de las empresas del sector no hace nada para frenar su impacto”, remarca el informe, algo que resulta alarmante teniendo en cuenta que el ciclo de vida de cada prenda implica un altísimo gasto de agua y energía, además de generar una cantidad ingente de residuos, porque “la industria de la moda es muy mala en reutilizar”.
Las rebajas y el consumo compulsivo, enemigos de la sostenibilidad
Para cambiar la situación, el informe propone una serie de acciones inmediatas y a largo plazo, como establecer un círculo cerrado de producción, reutilizando el 100% de las prendas, y abandonar el uso de productos tóxicos, además de puntos más ambiciosos, como producir únicamente bajo demanda o buscar nuevos modelos de negocio.
Pero el cuidado del planeta es cosa de todos y, en lo relativo a la moda, la última palabra la tienen los consumidores, que deben rechazar el ritmo actual y exigir cambios, aunque no son muchos los que parecen estar dispuestos a renunciar a las rebajas, o a pagar por las prendas un precio más alto que garantice el salario digno de quien las ha confeccionado.
Sobre este punto, el mensaje de la consultora es claro: hay que “reeducar” al consumidor para que abandone conductas como el consumo compulsivo y sea consciente del impacto de la moda, algo que, sostienen, está mejorando, ya que la generación Millenial está mucho más concienciada al respecto que las anteriores.
Sin embargo, cuando ni las empresas ni los consumidores se responsabilizan de sus actos, son los gobiernos y organizaciones internacionales quienes deben tomar el mando, algo que, si bien es la opción menos deseable según el informe, también parece la más factible para generar “armonía entre los participantes” de un mercado tan internacionalizado y fragmentado como este.
En definitiva, mejorar el porvenir de esta industria es una “labor colectiva” que incumbe tanto a empresas como a consumidores y gobiernos, que deben empezar a pensar en el mundo “más allá de la siguiente temporada” de manera que, en 2030, la moda ya no necesite una etiqueta para indicar que es sostenible. EFE
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